sábado, 30 de enero de 2010

NOTICIA DE UN LIBRO, VIDEO








SEMBLANZA DE UN HOMBRE EXCEPCIONAL, CRISTÓBAL LÓPEZ DE LA MANZANARA CANO Y EL CAJÓN DE LAS FORMAS
En estos días en los que ha quedado atrás el olor a mosto y orujo bodegueros, o el del azafrán en montón colmado, entre tantos otros que se pierden en el recuerdo de su infancia y adolescencia, Cristóbal López de la Manzanara Cano ha querido presentar en su pueblo el último libro, recientemente publicado, El cajón de las formas, Sonetos boticarios y otras formas.
Era el día grande de Membrilla, celebrábamos los Desposorios de nuestra Patrona, cuando, en el trasiego de la ida y venida para recoger el bizcocho de la fiesta, Cristóbal me atrapó en la aventura de esta presentación. No podía decirle que no, teníamos dos puntos de conexión importantes: el cariño y la admiración que siempre ha despertado en mí, unido a la amistad con su familia y nuestra afinidad por las letras; por ello su propuesta, si bien era un desafío, también suponía la satisfacción de adentrarme en las interioridades del poeta y conocer la radiografía al desnudo, como el la nombra, de un hombre excepcional -he de reconocer que ha sido un ejercicio de creatividad y evocación- realmente entrañable.
Desde que por primera vez pusiera su nombre con una tiza rosa en la clase de su madre, de las escuelas de San
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Miguel, como nos relataba en el Pregón de los Sentidos, en la Semana Santa de 1999, no ha dejado de retener sus vivencias de aquellos años en las entretelas del alma.
Eran épocas de juegos, en las eras, en el río Azuer, atrapando ranas y renacuajos o bañándose en el ladrón del Rezuelo; de vaivenes en los columpios y en las barcas del abuelo Primitivo. Eran en definitiva, días en los que el tiempo se detenía en las esquinas, para ser observado.
Sus primeros pasos en la enseñanza los dio en el Colegio de San León, de la mano de Dª Vicen, a quien recuerda con cariño. A los 11 años ya andaba del brazo de la lírica, por la calle Cervantes, camino de las escuelas de la Plaza Grande. Y aunque no me lo ha contado, seguro que ya tenía alguna musa inspiradora en las Escuelas de San Miguel o de Corea. Lo que sí me dijo es que los muchachos andaban inquietos, entre aquellas paredes de adobe y entarimado de madera, sin poder compartir juegos y diversiones con las muchachas de sus anhelos. Por entonces las veían cuando, apostados en la Cruz de los Caídos, hacían la visita vespertina a la iglesia.
Como si hubiera guardado en una caja grande de hilos de la tienda de Nicolás los recuerdos de aquellos años, con Cristóbal hemos disfrutado de la evocación del Domingo en la Plaza del Azafranal - mural colorista en movimiento- de la vida de un pueblo en fiesta; de El día de San Marcos, en el
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que el Rezuelo parecía un cuadro impresionista de Claude Monet; del Cine de invierno, de finales de los sesenta.
Con nostalgia, a los 17 años, se marcha a Madrid a realizar estudios de Farmacia; tres años después, sus padres y hermanos se trasladan a Manzanares, aunque sin perder el vínculo con Membrilla, -mantienen la casa familiar, que continúan disfrutando durante los tórridos veranos de La Mancha-. En la Universidad, conoce a Mercedes, su mujer y madre de sus hijos Javier y Celia. Consigue la Licenciatura y ejerce desde hace veintisiete años de boticario en la oficina de Farmacia que tiene abierta en Getafe, su lugar de residencia. Teniendo a su cargo la Tesorería de la Asociación de Empresarios de Farmacias de Madrid y la Secretaria de la Asociación de Usuarios de la Salud.
Durante los años de Universitario, no abandona su faceta literaria y funda, a finales de los setenta, junto con otros poetas en Manzanares, el grupo literario Azuer, siendo redactor de las revistas Alacena y Calicanto. En Madrid es miembro fundador de la Tertulia Poética Buen Retiro y Subdirector de la revista Cuadernos del Matemático, de Getafe.
Dando un giro a su formación universitaria, por el camino de las letras, obtiene la Licenciatura en Ciencias Políticas y en Sociología. Y en la actualidad prepara su Tesis Doctoral “La Poesía española: Exilio Interior, Exterior 1927-1977. Poesía y cambio Social”. Este aprendizaje le lleva a un
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profundo conocimiento de la sociedad humana y de los fenómenos que la rodean. De ahí que, un buen día, quisiera ponerle un adjetivo a su poesía, y se atrevió a calificarla, de Sociológica. Quizás, porque siempre tiene al ser humano como referente.
Precoz poeta, desde los 15 años, ha obtenido más de una decena de premios en distintos Certámenes Nacionales e Internacionales de Poesía y actuado en diversos foros literarios, destacando el recital que compartió, entre otros, con el poeta y ensayista español de la generación de 1936, Luis Rosales, en la Universidad de Coimbra (Portugal, 1983).
Tiene tres libros publicados, además del que hoy conoceremos: Episodios de la sed, (1988), por el que consiguió el Segundo Premio Internacional de Poesía Amado Nervo, 1991. Las Pesadumbres del Ozono, (1991) y La voz entre la palabra, publicado por la Diputación Provincial de Ciudad Real, (1998); antologado en Cuba y Argentina y recientemente incluido en la Antología Mar Interior, que recoge algunos de los autores más destacados de Castilla-La Mancha. A lo que hay que añadir su participación en libros colectivos en España e Hispanoamérica y publicaciones en distintas revistas y diarios; además del Libro de los olores, que se encuentra en proceso de gestación.
Adentrarse en la lírica de los tres libros citados es una práctica de abstracción en el cosmos. Si, en Episodios de la sed, lo espacial y lo terrestre se transforman en el anverso y
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el reverso del entorno poético correlacionado, cuyo núcleo principal es el hombre, cuando escribe: Hay que acribillar los labios entre un beso/ y echarse al corazón el universo; en Las pesadumbres del ozono el sentimiento es más cercano al ser humano y los horizontes se amplían: Tengo la tentación armada/con las flores que sobran a los centímetros del viento; en La voz entre la palabra aparece la evolución de lo astral a lo terrenal, sin olvidar las dos tendencias anteriores: Morderse el alma perjudica/al filo de los números/tirados como cuerpos.
Ante la encrucijada entre un mundo perfecto y las imperfecciones derivadas del hombre que lo habita, el poeta se alza con la palabra, desde el más puro lirismo para reafirmar que una humanidad mejor también es posible.
En el libro que hoy nos convoca, El cajón de las formas, editado por el Centro Farmacéutico Nacional, con motivo de la conmemoración de su Primer Centenario, encontramos dos partes diferenciadas, en la primera Cristóbal lleva a la poesía, a través de los sonetos boticarios, los componentes que a diario le envuelven entre la botica y la rebotica. Este rincón de su existencia es, en ocasiones, inspirador de la fórmula magistral con la que consigue que las palabras sean medicina para el alma que sufre, como sabiamente advirtió Esquilo. Por las costuras de su bata fluyen, cual probeta en ebullición, las rimas que poetizan las formas, fórmulas y elementos farmacéuticos: el mortero y la pipeta, el comprimido y el
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inyectable, el leucocito y la plaqueta, el genérico y las recetas.
La segunda parte de esta obra nos ofrece una serie de poemas de diversa temática; Cristóbal, manchego ligado a su tierra y costumbres, guarda un rincón en el cajón de las formas para los “Sonetos vinateros”, entonando, entre surcos, un canto a la vendimia y los recipientes, que contienen el liquido elemento: la copa, las tinajas y el tonel. Cercanos los anocheceres en los que los poetas del vino exaltan las bondades de tan exquisito caldo, el día que señala el conocido refrán, por San Andrés el vino nuevo, añejo es.
Atendiendo a la definición de su obra como Sociológica, incluye en su poemario Sonetos para enseñar a un inmigrante. En él, con su especial sensibilidad humanista y el convencimiento de que todas las realidades se pueden poetizar, sonetiza el sentimiento de desarraigo que experimentan quienes, abandonando todo, llegan a un país extranjero y la decepción que sufren al enfrentarse a una realidad distinta a la prometida. Esta parte finaliza, con la disgregación de consonantes y vocales de la palabra “Dólar”, dedicándole a cada una de ellas un soneto.
En el apartado de Geografía, nos invita a pasear de la mano de la poesía por distintos rincones de España. Continuando en los Sonetos del día con las etapas de la vida del ser humano y su confrontación con los ciclos del día. Finaliza este libro, en el Tiempo de Pasión, con la poética de
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las formas que acompañan la Semana Santa, recordando, quizás, cuando en la fría madrugada del Viernes Santo, vestía la túnica verde y el capuz morado de la Hermandad de la Verónica.
Cristóbal, farmacéutico, sociólogo, escritor y poeta, fruto de sus pasiones cotidianas, ha conformado en un enorme cajón, con exquisita musicalidad, distintos componentes, momentos, sentimientos y espacios que ha retenido en su memoria a lo largo de los seis últimos años, logrando un conjunto armónico, a través del difícil arte del sonetista, que alentará sensibilidades dormidas.
Pilar Atochero García
Membrilla, viernes 13 de Noviembre
(Otoño del 2009)










http://www.youtube.com/watch?v=u-

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