domingo, 31 de enero de 2010

DICE DEL LIBRO EL CAJÓN DE LAS FORMAS L LÓPEZ AZORÍN EN SU BLOG DE POETA


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MERCEDES Y CRISTÓBAL LÓPEZ DE LA MANZANARA
FOTO: E. GRANDA (SANIFAX)




Cristóbal López de la Manzanara su nuevo, cuarto ya, libro El cajón de las formas y que me dedicó con ansias azules de Levante. Libro donde Cristóbal centra toda su capacidad literaria en los diferentes y variados elementos que comprenden el mundo de la farmacia en el primer apartado de los dos en que está dividido y que se publica con motivo del primer Centenario delCentro Farmacéutico Nacional que es quien patrocina esta edición.
Este boticario de Membrilla (nacido allí, porque boticario en realidad es de Getafe que es donde ejerce como tal desde hace muchos años ya) que se ayuda para sus lecturas de Mercedes, su mujer que es su voz y muchas cosas más, y que en 1999, cuando presentó en la Tertulia que dirigía Rafael Montesinos entonces en Reyes Católicos nº 4 y creo recordar que presentado por Antonio Hernández, una lectura antológica de su producción poética, supe de él y de su labor creativa pues, por aquel tiempo, había publicado ya los poemarios Episodios de la sed (1988), Las pesadumbres del ozono (1991) y La voz entre palabra (1998)
Además Cristóbal López de la Manzanara codirige, junto al poeta, Ezequías Blanco, una conocida y relevante revistailustrada de creación, extrañamente llamada Cuadernos del Matemático y es redactor de otra: Calicanto editada en Manzanares (Ciudad Real) tierra manchega que es la de este hombre con buen sentido del humor, inteligente, decidido, valiente, y bueno (porque la poesía, como dice mi amigo el poeta y crítico Enrique Villagrasa, si para algo sirve, es para hacer mejor no ya sólo al poeta, al hombre)
Cristóbal López de la Manzanara, el boticario que un día nos dijo: A mi poesía me atrevo a calificarla de sociológica, ahora que me apetece ponerle un adjetivo, además de poner en sonetos toda la terminología farmacéutica, desde esa vasija especial de los laboratorios llamada matraz: Corola de cristal esmerilado,(Pág.23), hasta el genérico: Estructura, gemela medicina, / recientemente púber, quinceañera;(Pág. 49) pasando por la pipeta: Regla fácil de químico valor, / que disfruta del mágico atributo / de medir a la vez tres dimensiones (Pág.25), la emulsión: Besa ágil la piel como si de boca/ se tratara o de labio enamorado (Pág.33), el leucocito: Siempre va repartido por linajes / este algodón de sangre troquelado.(Pág.40), las recetas, la rebotica y la bata o el mostrador: Se apoya el corazón con tanto esmero / para un remedio dar a cada vida (Pág.45) todo ésto en la primera parte.
En la segunda, de este libro, tras mostrarnos su raíz manchega con un apartado que titula Sonetos vinateros, entra de pleno en otro titulado Sonetos para enseñar a un emigrante y es ahí donde esa poesía que un día calificó de sociológica, toma cuerpo y nos ofrece, con ritmo, medida, forma… su conocimiento sobre esta materia (no en vano aunque es Licenciado en Farmacia, también lo es en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid)
Así es capaz de decirnos en el poema El equipaje: Llama a su corazón la voz, el grito,/ el mundo de la tierra prometida./ Rellena la maleta con la vida / que roza la frontera del delito.(pág. 65) Pero previamente a la marcha se producen la despedidas: Esa noche al amor da rienda suelta,/ lo coge por las sisas del abrigo, / lo mima con la luz que mima al trigo, / lo acicala con una llama esbelta.(Pág. 66) Y llegado a ese país que siempre cae a trasmano, lejos, muy lejos: Una casa le ofrece la visita / al alma huésped en pensión completa,/ al otro lado azul de este planeta/ a cambio de la nada que vomita/ un país que por dentro se marchita / aunque tenga la luz de luz repleta.(Pág. 67) Una vez allí, en ese país de luz sin luz: Le ofrecen treinta dólares al día / por tirar el anhelo a la cuneta(…) vende trozos de amor, celo a destajo,/ hoy con el alma llena de agujeros / y el corazón ardiendo por debajo.(Pág.68)
En suma: un libro escrito con las tripas, como debe ser, con terminología y argot de botica, amor a la tierra, a las raíces, reflexión sociológica sobre la emigración, rememoración de lugares visitados,vividos, meditación sobre el tiempo y un Tiempo de pasión donde antes del Finis Opus nos dice sobre el Viernes Santo: Dolor que sobre el paso se detiene, / hoy viernes que en dolores se enracima./ El dolor es la muerte prisionera.
El soneto es una estrofa de riesgo casi siempre; pero Cristóbal López de la Manzanara es amigo del riesgo y aborda y llena este nuevo libro suyo del tan admirado como denostado soneto. Modelo que, en su día, al modo itálico, tratase de adaptar al castellano el Marqués de Santillana y más tarde, con Garcilaso de la Vega, fue elevado a la cima de la poesía española de tal modo que, aun sufriendo etapas de admiración y de mimo, de indiferencia y de olvido, el soneto continúa vivo en nuestros días mal que les pese a algunos por aquello de considerarlo una "maldita cárcel de catorce versos". Yo pienso que, a veces, algunos que detestan esta forma métrica, difícil como pocas, en la noche, se esfuerzan en practicarla denodadamente por si les sale alguno "decente" y, luego poder decir: Yo sé hacer sonetos pero no me interesan.(desde luego no es el caso de Cristóbal) En fin cada cual que haga lo que le parezca, pero un buen soneto, como cualquier otro buen poema medido o no, si es bueno, merece ser leído y recordado y en El cajón de las formas, hay algunos que lo merecen, puestos a ser objetivos no diré que todos, pero si algunos y eso dice mucho a favor de López de la Manzanara.
Y es que él, como yo, pensamos que cualquier poema lo primero que tiene que hacer, cuando lo escuchamos o leemos, es tocarnos los sentidos y el soneto doblemente porque además de ajustarse a la forma si tiene ese fondo que nos toque con palabras de vida…
Hace algún tiempo escribí un soneto, como ejercicio explicativo de lo que digo para unos amigos y os lo cuelgo aquí a modo de final de esta entrada que comenta el libro de Cristóbal López de la Manzanara y su buen hacer.


CON LAS TRIPAS

Escribir un soneto es ejercicio,
es saber – con la métrica y la rima –
manejar el lenguaje sin que oprima,
sin que sirva al sujeto de cilicio.
Es hallar una fórmula al servicio
de las palabras, es ir hasta la cima
con ética y estética pues prima
la forma, el contenido... (Es el oficio)
y seguir las premisas – sin aprieto –
y decir mucho en poco: exposición,
el nudo, el desenlace... y ya está, sale.
Así, se da por fin, fin a un soneto;
pero si en él no está el aliento, el don,
aunque haya técnica, sin luz, éste no vale.
Y recordad a Garcilaso, a Lope, a Góngora, Quevedo...
Tras todos ellos
y los que luego nos dejaron huella,
haced vuestro camino
y escribid, con las tripas hacia fuera,
aquello que viváis y que sintáis
con palabras de vida en el poema.
(Inédito)
blog del poeta Manuel López Azorín



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