Haikus para homenajear la tierra y sus costumbres
MANZANARES
Cristóbal López de la Manzanara presenta 'EN. Haikus para una primavera', un poemario que rinde homenaje a la tierra, el campo y las costumbres populares
La famosa composición japonesa utilizada para alabar a la naturaleza surge como hilo conductor de un conjunto de poemas que exaltan el paisaje cervantino, los campos de La Mancha y las fiestas populares de la región. El autor Cristóbal López de la Manzanara, unido desde su niñez a Manzanares, presenta ‘EN. Haikus para una primavera’, que incluye alrededor de 140 poemas dedicados a los cuatro elementos de la naturaleza, el agua, el aire, la tierra y el fuego, y a las celebraciones con más solera del país.
El autor recuerda que los poetas simbolistas franceses del siglo XIX encontraron el gusto por el haiku y otras composiciones orientales a partir de la exposición universal de París. Fue cuando descubrieron esta estrofa formada por tres versos sin rima, “dos de cinco sílabas y uno de siete”, y “casi siempre dedicados a la naturaleza”.
La fórmula resulta cómoda y rápida para Cristóbal López de la Manzanara, que intenta crear imágenes con cada poema. “Antes los poetas recurrían a la métrica para contar historias, fueron los periodistas antes de la imprenta de Gutenberg, pero ahora destilamos palabras a partir de los versos, para que adquieran otra dimensión”, expresa el autor, que considera que en esta realidad marcada por la imagen es fundamental que el poeta consiga crear fotografías a partir de sus líneas.
Ahora bien, frente a la visión más purista, López de la Manzanara rima los poemas y los “emparenta con la seguidilla flamenca”, como hizo Miguel Hernández con las ‘Nanas de la cebolla’, con el fin de establecer un vínculo con la raigambre de la tierra.
López de la Manzanara busca la belleza a través de lo rústico
Con prólogo del alcazareño José Corredor Matheos, que fue Premio Nacional de Poesía en 2005, ‘EN. Haikus para una primavera’ es un homenaje al paisaje peninsular, a La Mancha y a Levante, y una reivindicación de sus usos tradicionales, frente “al campo más sediento y cada vez más baldío”.
Para el autor, que nació en Membrilla y que en la actualidad vive en Getafe, la obra es una expresión “de la belleza a través de los elementos tan rústicos que hay en nuestro campo, verde en primavera, amarillo en verano, pero siempre bello”.
Con otras cinco obras a sus espaldas, entre ellas ‘Episodios de la sed’, ‘La voz entre palabra’ o ‘El cajón de las formas’, Cristóbal López de la Manzanara empezó a escribir este libro en la primavera de 2014, por lo que su inspiración natural no es una casualidad.
El autor comenzó a escribir a los diez años los que denomina “poemas de niñez y la adolescencia” y coincidió con la gran explosión cultural que vivió Manzanares en los años ochenta, donde salieron a la luz poetas, escultores y pintores como Teo Serna o Federico Gallego Ripoll. La ciudad ha sido determinante en su vida y también en este libro, pues el final lo escribió en la misma ‘plaza de las palomas’.
Los ‘escenarios’ de su vida protagonizarán el siguiente libro
Las referencias a las fiestas populares son numerosas, a la Semana Santa, a San Isidro y a las cruces de mayo. Cristóbal López de la Manzanara recuerda el Día de San Marcos, “una fiesta popular muy enraizada en el Campo de Montiel”, donde según cuenta, “es típico hacer un nudo a la siembra para espantar al diablo, a la pedrisca y a las lluvias torrenciales”.
También, la Semana Santa, como expresión popular, “del pueblo, de la gente llana que toma la Iglesia, como revelación de la calle fuera de todo dogma y jerarquía”.
La inspiración en sus versos siempre ha sido el paisaje y ahora Cristóbal López de la Manzanara adelanta que está dedicado a un libro en verso blanco que supone un paseo por los escenarios que han sido claves en su vida.
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