CRISTÓBAL LÓPEZ DE LA MANZANARA
EN
HAIKUS PARA UNA PRIMAVERA
OBRA EN CUATRO ACTOS, TRES ENTREACTOS
Y UNA CODA
Cristóbal López de
la Manzanara es poeta y amigo. Y luego boticario, ortopeda, sociólogo, artista
visual, coleccionista de obras de arte, patrón de barco, ciclista…y todo lo
hace bien. Será porque en todo lo que hace pone la pasión y la ilusión del niño
manchego que atesora: se encapricha de algo y no para hasta que lo consigue.
Un día, hace ya
unos años, me dijo: voy a escribir un libro de Haikus y aquí está Cristóbal
López de la Manzanara en Haikus para una primavera.
Ojo al título,
porque la utilización locativa de la preposición en hace, en este caso,
que el nombre del autor pase a formar parte del título.
Leamos en ese gran
diccionario escrito por una gran mujer: María Moliner:
“en.: Preposición
cuyo papel específico, en el que no puede ser sustituida por ninguna otra
preposición simple es expresar el lugar
dentro del cual está u ocurre la cosa de que se trata.”
De lo cual se
infiere que lo que nos encontraremos en estos Haikus, la cosa de la que se
trata en este libro, no es otra que el propio autor: Cristóbal y su relación
con los elementos de la naturaleza con los paisajes de su infancia y
adolescencia con sus sentimientos y sus experiencias vitales.
Para hacerlo, en
esta ocasión ha elegido la forma del Haiku. Pero, ¿Qué es un Haiku?
En el siglo XVII el
poeta Matsuo Basho, considerado como uno de los cuatro grandes maestros del Haiku
y que contribuyó decisivamente a popularizarlo, definió así esta composición:
Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este
lugar, en este momento.
De ese modo dejaba
a un lado las ortodoxias empeñadas en constreñir a la forma y a la temática
aquello que puede o debe llamarse Haiku.
Parece aceptado de
manera general que un Haiku es una composición breve de diecisiete sílabas
dispuestas en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas y que incluye alguna
palabra que tenga que ver con las estaciones del año.
Gómez de la Serna
los llamó “telegramas poéticos”.
Cristóbal se atiene
en gran medida a ese canon: mantiene la distribución silábica y en la mayoría
de ellos está presente la primavera.
Pero yo creo que lo
que hace Cristóbal es acomodar el Haiku a una forma más próxima y propia de
nuestra lengua cual es la seguidilla de tres versos o seguidilla corrida, como
dirían en el flamenco.
Se trata en
definitiva de decir mucho con pocas palabras. No tanto de brevedad como de
concisión, del hallazgo de la palabra que revela lo que se escapa a la común
mirada o, como apunta Corredor-Matheos en el prólogo, de sencillez y
descubrimiento.
En estas
composiciones tan breves o se da eso que en el flamenco llaman “pellizco” y que
podríamos definir como “la capacidad de asombrar”, o el riesgo es quedarse en
mero ejercicio formal.
A fe que Cristóbal nos pellizca:
El
sol invita
a
que se vista de luz
la
margarita
Una
rayuela
y
un corazón de tiza
en
cada escuela.
Nunca
acostumbras
a
ver las flores muertas
sobre
tu tumba
Fue Octavio Paz
quien dijo que “Los poetas no tienen biografía. Su obra es su biografía.” Y es
verdad que si el poeta no habla desde la vida, desde su propia vida, ¿cómo
podría articular palabra?
No es que quiera el
poeta, desde una postura simplemente estética, hacer de su vida una obra de
arte, sino que, inevitablemente, su vida queda escenificada en su obra.
El escenario
natural de esta obra en cuatro actos es el de los lugares de su infancia y
adolescencia.
Y en el centro del
proscenio está Cristóbal, en relación con los Elementos de la Naturaleza: Fuego,
Tierra, Agua, Aire; actos en los que está dividido el libro, retratos
esenciales de aquello que le constituye.
En el primer acto, Haikus de Fuego:
El
agua ausente,
una
raja de sed
sin
color verde.
Parece
boca,
el
campo allí en su sed,
y
en bancarrota.
En el segundo, Haikus de tierra:
Las
cepas verdes
manantiales
de vino
adolescentes.
Pavo
real
con
su arco iris de celo
en
el corral.
En el tercero, Haikus de agua:
En
la laguna
la
luz pinta de verde
una
aventura.
Sobre
la rosa
el
agua con sus alas:
la
mariposa.
En el cuarto, Haikus de aire:
En
el silencio
siluetas
de palabras,
sombras
al viento.
Alma
en la mano
con
la verdad al aire
como
un vilano.
Los entreactos son momentos, sucesos
concretos dentro de ese marco general:
En el primero, Un tiempo de Pasión, Cristóbal dibuja estampas emocionales de la
Semana Santa:
La Procesión del Silencio:
Vuelo
de bronce,
un
silencio de luto
sobre
el azogue.
El instante en el que arranca la música:
Un
estandarte,
y
un calambre de fusa:
aire
en el aire.
El segundo entreacto, Haikus de Los Mayos, son instantáneas de la fiesta de La Cruz de
Mayo:
Crucifixión
de
rosas en el cierzo:
haz
de dolor.
Apenas
nada,
la
soledad en cueros
crucificada.
Y en el tercero de los entreactos, Haikus de San Isidro, se mezclan
imágenes de las romerías en el pueblo con algunas dedicadas a las corridas de
toros:
En
la pradera
el
amor verdecido
por
vez primera.
Un
natural,
azabache
y de frente
un
vendaval.
No estamos ante
composiciones fruto de la imaginación del poeta. Para escribir estos poemas hay
que haber estado allí, en aquel momento en que la pavesa alcanza la campana o
en el que la hormiga logra llegar al hormiguero con una semilla gigante.
Luego vienen las
palabras que dan cuerpo a esos instantes de conmoción:
En
la campana
se
estrellan las favilas
azafranadas.
Qué
gigantesco
el
grano de cebada
del
hormiguero.
El poema nace del
sentimiento del poeta pero se cumple en el acto de la lectura. La emoción que
salva el poema es la que alcanza al lector.
Nada en este libro
está dicho o hecho a humo de pajas. La cita que lo abre es un fragmento del
poema de Fernando Pessoa Autopsicografía
que me permito, por su brevedad, leerles completo. Cristóbal utiliza en la cita
la última estrofa:
El poeta es
un fingidor.
Finge tan
completamente
que hasta
finge ser dolor
el dolor
que en verdad siente.
Y quienes
leen lo que escribe,
en el dolor
leído sienten,
no los dos
que el poeta vive
mas solo
aquel que no tienen
Y así en
los raíles,
gira, entreteniendo
la razón,
ese tren de
cuerda
que se
llama corazón.
En efecto, el poeta
es un fingidor pero fingir no es mentir. En su indigencia, sólo puede acercarse
a la verdad con sus palabras sabiendo lo vano del intento. Como el tren del
poema seguirá dando vueltas sin fin en esa búsqueda.
Este libro de
Haikus comienza con un tren de cuerda dando vueltas sin fin y termina con un
juego con imposibilidad de victoria.
Pero Cristóbal es
un fingidor y consigue las tres en raya:
Los
tres en raya
en
primavera: el sol
la
vida, el agua.
Matías Muñoz
Getafe
25 de abril de 2017